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F+ Espejos. Filosofía y nuevas tecnologías

Espejos. Filosofía y nuevas tecnologías

En exclusiva para los suscriptores Filco+, el capítulo 1 e inicio del capítulo 2 de Espejos. Filosofía y nuevas tecnologías, de Luca Varela, (Herder 2022).

1. Más allá del espejo. Un salto necesario

Voy a contarte todas mis ideas acerca de la Casa del Espejo. Primero está la habitación que puedes ver ahí en el espejo… que es más o menos igual que nuestra sala, solo que las cosas están al revés. […] Los libros se parecen mucho a nuestros libros, solo que las palabras están al revés: eso es algo que descubrí un día que puse uno de nuestros libros frente al espejo y  entonces ellos pusieron otro en la otra habitación.1

¿Y si pudiéramos traspasar el espejo? ¿No quedaríamos fascinados con lo que hay del otro lado, un nuevo mundo donde todo está al revés? ¿O, una vez en el mundo-más-allá-del-espejo, no nos quedaríamos como des-ubicados, enterándonos de que se trata solo de una copia, de una mera «metáfora» de este mundo real en el que vivimos?

Este es el desafío del libro que estoy presentando, en el que el espejo constituye la metáfora más adecuada para interpretar —filosóficamente, por cierto— las nuevas tecnologías y su impacto en el mundo actual.2 Se intenta, justamente, ir más allá del espejo que las nuevas tecnologías crean en nuestra relación con el ambiente en el que vivimos, para no quedarnos satisfechos con la fascinación —ambivalentemente promesa de bienestar y de destrucción— de los medios tecnológicos, así como de lo que ellos significan en nuestras vidas. Traspasar el  espejo significa cambiar de perspectiva, buscando entender cuáles son las dinámicas no visibles que los espejos (entendidos como meros reflejos) esconden, sin quedarse en la superficie» de las cosas. Los dos mayores riesgos que esconden los espejos, de hecho, son el de la «superficialidad» —en contraste con la «profundidad» de la realidad— y el de la  transparencia», intrínsecamente vinculados entre sí. Los dos temas, centrales en la sociedad actual, como ha mostrado Byung-Chul Han,3 merecerán una profundización en los capítulos siguientes.

El espejo de las nuevas tecnologías, sin embargo, no es solo el medio que nos acerca al —o separa del— mundo de las cosas «naturales », o de la naturaleza: el espejo es el cruce de variadas contradicciones, una síntesis de opuestos. El espejo significa, de hecho, duplicación, pero, al mismo tiempo, división. Significa amplitud, pero, al mismo tiempo, restricción de mirada. El espejo potencia y de-potencia, alarga y restringe, reproduce y deforma, acerca y aleja. Y mucho más.

Justamente como las nuevas tecnologías. La ambivalencia del espejo es la ambivalencia de los nuevos productos con los que estamos interactuando hoy en día, que, por un lado, nos ofrecen todo (posibilidades, soluciones, satisfacciones, deseos, etc.) y, por el otro, nos dejan desnudos» (tanto en el aspecto antropológico, como en el interpersonal). Por un lado, entonces, ganamos en libertad, en un mundo lleno de opciones ofrecidas por las nuevas tecnologías, mientras que, por el otro, perdemos en intimidad, ya que estamos continuamente expuestos a la mirada del dispositivo tecnológico, que nos desnuda. El precio de la libertad es, así, la desnudez.

Ir más allá del espejo que las nuevas tecnologías crean en nuestra relación con el ambiente en el que vivimos, para no quedarnos satisfechos con la fascinación de los medios tecnológicos.

Las actividades que un espejo «cumple» son múltiples, y cada una de ellas posee un sentido peculiar: en este libro trataré de entender e interpretar, a través de la metáfora del espejo y de  sus operaciones, el papel de las nuevas tecnologías en nuestra vida, observando la manera en la que ellas modifican nuestras acciones, costumbres, relaciones, y, por ende, nuestra  naturaleza (entendida como el conjunto de los seres vivos que nos rodean y, al mismo tiempo, como esencia humana). En buena medida, se tratará de interpretar las nuevas tecnologías a  partir de lo que «hacen», a través de la observación de un «medio tecnológico» tan antiguo, común y sencillo como el espejo. El paso sucesivo será ir tras el espejo, para entender el  mundo que se esconde detrás de él, y, sobre todo, la imagen del ser humano que de allí se  desprende.

Para poder llevar a cabo este largo viaje, sin embargo, será necesario hacer un salto —por lo menos epistemológico— notable, ya que se necesita intentar traspasar el espejo, liberándose por algunos momentos de las circunstancias históricas actuales a través de una epojé, y mirando las nuevas tecnologías y el entorno que hemos creado desde fuera, como si fuésemos observadores externos. No se tratará, claramente, de un salto de la fe parecido al de Abraham. Sin embargo, hay que dejar el terreno seguro del mundo tecnológico en el que vivimos, tomando una cierta distancia de él, para poder mirarlo con un poco más de objetividad y lejanía.

De hecho, uno de los problemas en la raíz de nuestra relación con las nuevas tecnologías es justamente la noción y el paradigma de tecnología que usamos, que es muy poco preciso y resulta inadecuado para describir el fenómeno que queremos comprender. Por esta razón, antes de analizar las actividades que «llevan a cabo» los espejos, parece necesario indagar sobre la misma noción de espejo, o, si se quiere, de tecnología. Tenemos que dar un paso hacia atrás. Si nunca hubiésemos visto un espejo —o si alguien no nos lo hubiese enseñado como «un espejo»— muy probablemente no sabríamos identificarlo en nuestro mundo-de-la- vida, y, por ende, no entenderíamos el contexto de un discurso sobre los espejos. En resumen, lo que quiero afirmar aquí es que tiene muy poco sentido «juzgar» o «evaluar» éticamente nuestra interacción con las nuevas tecnologías si no entendemos ni el alcance de esa interacción ni el sentido de las tecnologías mismas. El paradigma hermenéutico que subyace a dichas cuestiones es, justamente, lo que esclarecerá y orientará nuestras posibles posturas éticas. Dado que la noción de tecnología es una noción compleja, con muchos sentidos, y, por eso, difícil de entender, será necesario reflexionar sobre ella. Por estas razones, el análisis de las actividades de las nuevas tecnologías (duplicar, transparentar, modificar y acercar) será precedido en este libro por una interpretación de la esencia de la tecnología misma (capítulo 2), es decir, por una hermenéutica de los espejos.

Uno de los problemas en la raíz de nuestra relación con las nuevas tecnologías es justamente la noción y el paradigma de tecnología que usamos, que es muy poco preciso y resulta inadecuado para describir el fenómeno que queremos comprender.

Una última indicación metodológica: tal como se ha adelantado, este libro no pretende ofrecer soluciones éticas a problemas generados por las nuevas tecnologías, sino una mirada antropológica sobre ellas. En este sentido, no se tratará de dar un juicio sobre la bondad o maldad del uso de uno u otros medios —de hecho, se concluirá que la tecnología no es simplemente un medio que se pueda «usar»—, sino de entender e interpretar la estructura de esas «formas de vida», tal como las definió Langdon Winner,o ese «sistema de acciones», según una afortunada idea de Miguel Ángel Quintanilla.5 Por eso, este libro quiere situarse en el cruce entre una antropología y una filosofía de las tecnologías emergentes, y no simplemente como ética aplicada. Como podrá observar el lector, aquí no se aplicará ningún paradigma para evaluar nuestras acciones con las tecnologías, sino que se dará un paso atrás: se tratará de descubrir el paradigma que pueda iluminar nuestra visión de las tecnologías mismas, profundizando las «operaciones» que ellas mismas llevan a cabo.

Este cambio de mirada —tanto para leer este libro, como para observarnos en la época de la civilización tecnológica— es muy necesario hoy en día. En las páginas que siguen, esbozaré un primerísimo borrador para empezar a efectuar este cambio. Para eso, después de haber ofrecido una definición y una caracterización de las nuevas tecnologías como un Medio para el ser humano (capítulo 2), analizaré sus operaciones: duplicar, trasparentar, modificar y acercar.

El análisis de las operaciones mencionadas se acompañará siempre de ejemplos concretos de tecnologías emergentes, capaces de cambiar el contexto humano. En este sentido, abordaremos el fenómeno de la duplicación a través de las tecnologías de clonación y la creación de avatares en mundos virtuales, e interpretaremos dichas posibilidades a la luz del mito de Narciso (capítulo 3); reflexionaremos sobre la operación de transparentar a través de una profundización de la información y la comunicación en tiempos de internet 2.0 y de las redes sociales (capítulo 4); afrontaremos la tarea de la modificación a través de la ingeniería genética y del ideal de perfección que esta implica (capítulo 5); y, por último, observaremos la posibilidad de que estos espejos (que son las nuevas tecnologías) se acerquen e integren en nuestros mundos a través de una descripción de los robots y del fenómeno del valle inquietante (capítulo 6).

El análisis de dichas operaciones nos permitirá entender un poco más el mundo de las tecnologías emergentes y, con ello, nuestro mundo humano. De hecho, una de las tesis principales de este libro (que se presentará en el capítulo 7) es que las nuevas tecnologías, siendo un espejo de nuestra humanidad, reflejan la exigencia de redescubrir nuestra esencia, características y dimensiones. Las tecnologías expresan, por ende —aunque pueda parecer paradójico—, la exigencia de un mundo más humano. Un mundo en que el ser humano sea verdaderamente humano, es decir, en continua búsqueda de sí mismo y de su sentido.

2 ¿Qué es un espejo? Tecno-logías, viejas y nuevas1

La tecnología moldea todos los aspectos de la experiencia humana. Es el principal impulsor del cambio social y ecológico. Es una fuente de poder, vulnerabilidad y desigualdad. Influye en nuestras perspectivas y media en nuestras relaciones. Teniendo en cuenta esto, es  sorprendente que pasemos tan poco tiempo estudiando, analizando y evaluando las nuevas tecnologías.2

¿Podríamos vivir sin las tecnologías? Es uno de los interrogantes que surgen con mayor frecuencia en el ser humano contemporáneo, muchas veces exasperado por la invasión prepotente de las tecnologías en su vida. «Claramente, en un sentido empírico o histórico, no es posible»,3 ya que nuestra vida se encuentra fácticamente vinculada a las tecnologías, lo queramos o no. Probablemente, sería un experimento mental interesante imaginar un mundo posible —quizás no el mejor de ellos, precisamente— sin tecnología y sin dispositivos tecnológicos, como si fuera un retorno a una edad primitiva. Un nuevo mito del buen salvaje. O sería algo totalmente inadecuado para nuestra humanidad, más allá de la condición histórica presente que impide ese experimento? Para responder con precisión a dicho interrogante, habrá que profundizar sobre el concepto de tecnología, con el fin de entender de qué se trata y, además, cuál es su relación con nosotros —o, a la inversa, cuál es la nuestra con ella—.

Empezando por una fenomenología de la actualidad, podemos afirmar, con toda evidencia, que nuestra vida está rodeada, o, mejor dicho, impregnada de tecnologías, al punto de que  consideramos a los dispositivos tecnológicos como algo «esencial» para poder vivir bien o, incluso, para sobrevivir. Nuestras acciones, de hecho, se desarrollan a través de dispositivos tecnológicos; nuestras relaciones se alimentan de intercambios a través de smartphones y redes sociales; nos trasladamos a través de automóviles, trenes y aviones. La comida es posible porque existen los refrigeradores, los procesadores de alimentos y los lavavajillas; nuestros trabajos necesitan ordenadores, impresoras y escáneres… Tanto es así que, si prescindiéramos de dichos dispositivos, nuestras acciones se volverían «imposibles» para nosotros. De esta manera, trasladarnos sin un dispositivo gps, citarnos en un lugar sin un smartphone o calcular el tiempo sin relojes resulta inviable. La inseparabilidad entre nuestros dispositivos tecnológicos y nosotros mismos ha provocado que, por otro lado, «perdiésemos»4 algunas características de nuestra naturaleza que los dispositivos están reemplazando: la evolución cultural en el ser humano está definitivamente reemplazando la evolución biológica.5 Esta última consideración nos lleva a una reflexión posterior: si la evolución de una entidad depende siempre del ambiente en el que vive, observando su evolución podemos también entender su entorno. Y si la evolución humana es conjuntamente biológica y cultural, guiada por las nuevas tecnologías, significa que estas no constituyen solo un surplus de la naturaleza humana, sino que se están transformando en algo realmente decisivo para la vida humana.

Dicho de otra forma: en nuestra vida las tecnologías se han vuelto algo casi inseparable de nuestra cotidianidad, nuestro ambiente de acción privilegiado. En efecto, ya no se podría afirmar simplemente que «la tecnología ha transformado drásticamente el ambiente humano»,6 sino que, aún más, la tecnología se ha transformado en el ambiente humano. No existe, por ende, un ambiente «natural» y, aparte, las tecnologías: nuestro ambiente coincide con el entorno tecnológico, en el que los elementos «naturales» y «artificiales» conviven.

Emerge, en este contexto de reflexión, una concepción de la tecnología totalmente distinta a la que estábamos acostumbrados, es decir, el hecho de que las tecnologías no sean solamente medios: «Algunas tecnologías contemporáneas ya no pueden ser simplemente “utilizadas”, sino que comienzan a fusionarse con nuestro ambiente físico y con nuestros propios cuerpos».7 Este cambio de perspectiva, que no es ni moral ni filosóficamente neutro, merece así un análisis más detallado.

Una de las tareas más importantes de la reflexión filosófica siempre ha sido analizar críticamente el sentido común, para destacar los elementos valiosos y verdaderos y dejar de lado los que se fundan en falsos juicios o pre-juicios. De acuerdo con esto, lo que la mayoría de las personas piensa, en una época histórica específica, merece sin duda atención, pero, al mismo tiempo, ha de ser criticado y examinado lúcidamente. La función de la pars destruens de la filosofía, para utilizar un lenguaje baconiano, se vuelve así esencial para un adecuado análisis filosófico, que busca enfrentar las problemáticas actuales. En lo que concierne a  nuestra época tecnológica, de hecho, el descubrimiento de los idola (o falsas nociones) que se refieren a las tecnologías resulta fundamental para poder entenderlas con plena profundidad.

En nuestra vida las tecnologías se han vuelto algo casi inseparable de nuestra cotidianidad.

Dentro de este marco conceptual, analizaremos algunas proposiciones que comúnmente se asocian a las nuevas tecnologías y a su impacto en nuestro mundo-de-la-vida, para después extraer algunas conclusiones provisionales. Un primer problema que surge en el actual contexto de reflexión sobre este tema es la indeterminación del concepto mismo, y, por eso, la dificultad para identificar «objetos tecnológicos». Una definición demasiado extensa del concepto de tecnología nos llevaría, de hecho, a identificar a todos los objetos que no son «naturales» como tecnológicos, cambiando así el dominio de lo artificial por el dominio de lo tecnológico. Asimismo, cuando Pitt afirma que «la tecnología es la humanidad trabajando»,8 y, para no limitar el dominio de la tecnología a «herramientas o máquinas mecánicas» incluye en el dominio de esta definición también «los sistemas sociales […], las instituciones […], los gobiernos, los sistemas legales, los partidos políticos, los organismos de financiación y las universidades»,9 no hace más que confundir ideas. A raíz de dicha confusión subsisten dos malentendidos de fondo:

• Se identifica lo tecnológico con lo artificial, como si todo lo que es artificial fuera, al mismo tiempo, tecnológico también.10

• Se equipara cierta dimensión de la tecnología con su esencia, es decir, con su función (el hecho de permitir o facilitar el trabajo) con su naturaleza (el hecho de ser la facilitación del trabajo).

Sobre el primer punto, de hecho, y siguiendo una definición largamente aceptada en la  comunidad científica, descubrimos que «el término “artificial” siempre implica el trabajo del hombre. Su “arte”, en el sentido más amplio, y el resultado no pueden, por lo tanto, mostrar rastros de su origen: no la naturaleza sino la tecnología, también aquí, en el sentido más amplio de la palabra».11 Se pierde, por lo tanto, la distinción entre artificial y tecnológico, y, con ello, la razón de ser de lo tecnológico, por un lado, y la razón de ser de lo artificial, por el otro,  que se identifica esencialmente con «todo-lo-que-no-es-natural». En una formulación esquemática:

El elemento particular de lo artificial, y, por ende, de los otros dos términos de la fórmula anterior, sería la intervención humana, es decir, el hecho de ser man-made12 y no nature- made. Cada injerencia humana en la naturaleza (entendida como lo «espontáneo»), en última instancia, sería responsable de la creación de un mundo extra-natural, o sea, artificial. De ahí  se pasa a lo tecnológico como todo lo que es sumamente artificial, a saber, lo que es extremadamente transformativo de la naturaleza. Mientras que lo artificial, de hecho, conservaría algo de originariamente presente en la naturaleza —algunos autores han  introducido el concepto de «naturoide»13 para caracterizar dicha cercanía a la naturaleza— el artefacto tecnológico no, consagrándose como el dispositivo anti-natural por excelencia: «El  verdadero opuesto de lo natural es el artefacto convencional, es decir, el producto de la tecnología convencional que, tanto en términos de material como, sobre todo, en términos de sus funciones, deja fuera a la naturaleza».14

La diferencia fundamental entre lo artificial y lo tecnológico, por ende, consistiría en una diferencia de grado (o intensidad) de la intervención humana, o, dicho de otra forma, de  alejamiento de la naturaleza (en cuanto forma y modelo). La tecnología sería, en última instancia, la forma más evolucionada (y más independiente, a nivel de diseño) de artificio,15 de acuerdo con el siguiente esquema:

En este último sentido que acabamos de examinar también se pierden las diferencias entre los distintos dominios de lo artificial y de lo tecnológico, y se reduce la diversidad a una mera distinción de grados.

Lo que queda de la reflexión emprendida hasta ahora es una dificultad en separar el ámbito de a tecnología del ámbito del artificio, con el riesgo consiguiente de considerar simplemente todo lo que es artificial como tecnológico. Aunque es cierto, por un lado, que todo lo tecnológico es  artificial (en su sentido más evidente: artificio, es decir, producto del arte —téchne— humano), no se puede decir que todo lo artificial sea también tecnológico, ya que esto último se configura como «algo más» que lo simplemente artificial. En una representación más eficaz:

Es, entonces, este «algo más», que en el caso concreto coincide con el logos del tecnos, lo que nos puede ayudar a entender la peculiaridad de la tecnología. Por esta razón será necesario enfocarse en otra distinción esencial para nuestra reflexión, es decir, la diferencia entre técnica (o dispositivo técnico) y tecnología (o dispositivo tecnológico).


Notas Capítulo 1

1 L. Carroll, Cuando Alicia atravesó el espejo, trad. de G. Montes, Buenos Aires, Colihue, 1997.

2 La idea de hablar de las máquinas a través de la metáfora del espejo se encuentra por primera vez en el libro —que ha sido fuente de gran inspiración para quien escribe— del amigo y colega: A. Fabris, Etica delle nuove tecnologie, Brescia, La Scuola, 2012, pp. 26-30. Con él discutimos la posibilidad —en una lluviosa tarde en Santiago de Chile en 2017— de que yo pudiera profundizar y explotar a nivel filosófico este tema. Este libro es el «producto» —tardío, por cierto— de ese regalo hermenéutico» que Adriano Fabris me hizo años atrás.

3 B.-C. Han, La sociedad de la transparencia, trad. de R. Gabás, Barcelona, Herder, 2013

4 L. Winner, «Technologies as forms of life», en R. S. Cohen, M. W. Wartofsky (eds.), Epistemology, Methodology, and the Social Sciences, Dordrecht, Springer, 1983, pp. 249-263.

5 Para una profundización de esta tesis, muy conocida y difundida en el ámbito hispanohablante, véase M. A. Quintanilla, «Bases para la filosofía de la técnica. (La estructura de los sistemas técnicos)», Arbor. Ciencia, Pensamiento y Cultura 129/507 (1988), pp. 11-28; e id., Tecnología. Un enfoque filosófico y otros ensayos de filosofía de la tecnología, México, fce, 2005.

Notas Capítulo 2

1 Algunas de las reflexiones que presento aquí se encuentran, en su primera versión, en mi texto: L. Valera, «New technologies. Rethinking ethics and the environment», en id. y J. C. Castilla (eds.), Global Changes. Ethics, Politics and the Environment in the Contemporary Technological World, Cham, Springer, 2020, pp. 29-43.

2 R. L. Sandler, «Introduction: Technology and ethics», en id. (ed.). Ethicsand Emerging Technologies, Londres, Palgrave Macmillan, 2014, pp. 1-23, aquí p. 1.

3 D. Ihde, Technology and the Lifeworld: From Garden to Earth, Bloomington (in), Indiana University Press, 1990, p. 11.

4 El «desaparecer» de algunas características, en realidad, no sería más que un «dejar de lado» dichos caracteres, para privilegiar otros que se superponen; véase T. Dobzhansky, Evolución humana, trad. de F. Cordón, Barcelona, Ediciones de la Universidad de Chile y Ariel, 1969, pp. 5-35.

5 Cf. ibid.

6 P.-P. Verbeek, What Things Do. Philosophical Reflections on Technology,Agency, and Design, trad. de R. P. Crease, University Park, The Pennsylvania State University Press, 2005, p. 30.

7 Id., «Some misunderstandings about the moral significance of technology », en P. Kroes y P.-P. Verbeek (eds.), The Moral Status of Technical Artefacts, Dordrecht, Springer, 2014, pp. 75-88, aquí p. 83

8 J. C. Pitt, Doing Philosophy of Technology. Essays in a Pragmatist Spirit, Dordrecht, Springer, 2011, p. 74

9 Ibid

10 Una excelente disquisición de la diferencia entre lo natural y lo artificial se puede encontrar en M. Negrotti, The Theory of the Artificial, Exeter, Intellect Books, 1999; e id., The Reality of the Artificial. Nature, Technology and Naturoids, Berlín, Springer, 2012.

11 M. Negrotti, The Reality of the Artificial, op. cit., p. 11

12 Ibid

13 Véase M. Negrotti, Naturoids. On the Nature of the Artificial, Singapur, World Scientific Publishing, 2003.

14 Id., The Reality of the Artificial, op. cit., p. 11.

15 Sobre ese tema, y con referencia también al tema del artefacto, véase J. K. Crane y R. L. Sandler, «Natural, artifactual, and moral goodness», TheJournal of Ethics 21/3 (2017), pp. 291-307..

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