El arte se suele relacionar con los objetos o los artistas, pero casi nunca con nuestra propia vida. En este artículo, exploramos distintas formas de dar a nuestra vida un componente estético. Después de constatar que la vida no tiene un sentido dado, aspirar a la belleza parece ser la única forma de dar sentido a nuestra existencia.
Por Javier Correa Román
La pregunta sobre si nuestra vida puede ser una obra de arte es en nuestro tiempo, cuanto menos, extraña. Normalmente asociamos el arte a los objetos —bien sea un cuadro, una canción o un edificio— y pocas veces nos preguntamos si nuestra existencia puede aspirar a la belleza. Así lo expresaba Foucault hace casi cincuenta años:
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